6 de junio de 2014

Donde todo empieza...

¿La verdad?
No me acuerdo. Debió ser de pequeña, cuando yendo de cámping con mis padres me molaba hacer senderismo, disfrutar de los paisajes y pasarme el día entero montando en bici. O a lo mejor fue por la influencia materna de "vamos a verlo todo: este museo, y este, y esta iglesia, y aquel pueblo..." y así hasta el infinito. Ahora sé que el que mucho abarca... se estresa. O a lo mejor empezó con un inocente intercambio con el instituto de un minipueblo francés pegado a la frontera. ¡Qué emocionante es tener que comunicarte en otra lengua! ¡Qué raro es todo al otro lado de los Pirineos! Tienen el cuarto de baño separado del váter... Y si sigues subiendo y cruzas el Canal de la Mancha, descubres que utilizan la moqueta hasta en el cuarto de baño (¡puaj!). Y, maldita sea... a veces no entiendo lo que me están diciendo, no pensaba que fuera a ser tan duro. Ojalá pudiera volver ahora a casa...

Después de vivir experiencias así, viajeras, fuera de casa y de la protección familiar, me entró el gusanillo de viajar y con los años se ha ido volviendo aún más insaciable. ¿El resultado? Mi familia en shock porque no quiero volver a casa y yo con un sentimiento de no pertenecer a ninguna parte y unas ganas tremendas de descubrir cosas nuevas. Ni siquiera he viajado tanto (claro, todo es relativo y depende de con quien compares...), pero no me puedo quejar. ¡He tenido mucha suerte de ver tantas cosas! Además de ver sitios nuevos, viajar me ha permitido crecer como persona y descubrir nuevas culturas y personas geniales. Y es una pena que todo eso quede en el olvido; no solo los sitios que he visto, sino lo que he experimentado a lo largo de estos años... Así que por si a alguien le sirve lo que pueda poner aquí, y para rememorar buenos y malos viajes, abro este blog. Viajeros del mundo... ¡bienvenidos!

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