25 de junio de 2014

El que mucho abarca... se estresa

El título de esta entrada lo dice todo. Y es que, dependiendo de cómo seas, cuando viajas te gustaría ver absolutamente TODO.
Es más o menos lo que me pasa a mí. Y es un horror.

¿Por qué?
La respuesta es tan evidente como decir que no se puede ver todo. Llegas a un lugar nuevo y tienes el tiempo contado: un fin de semana, 15 días o 7 meses. Qué más da, el lugar a donde vayas siempre será más grande que el tiempo del que dispongas para verlo. Esta máxima debería grabármela a fuego cada vez que voy a un sitio nuevo, porque siempre lo olvido y termino estresándome...
En mi defensa diré que no siempre he sido una viajera agobiada. Antes iba a un sitio y veía todo lo que podía, pero sin agobiarme, sin pensar que "me estoy dejando cosas". Llegaba a un lugar nuevo, lo visitaba, hacía actividades y elegía qué cosas me apetecía ver más ("¿museo o paseo por la ciudad?". Nunca elijo museo...); todo sin consultar una guía.
Sin embargo, desde hace unos años me he vuelto un ser agobiante y que da la brasa para verlo todo. Lo peor es que desconozco la razón, pero me temo que tiene que ver con el valor que tiene el tiempo en mi vida diaria ("Rápido, sólo tengo un fin de semana para ver a toda la familia... Rápido, para un día que hace bueno tengo que salir a aprovechar el sol... Rápido, si pierdo este metro llegaré tarde a tomar una cerveza..." Y así entro en un bucle infinito que me persigue hasta en mis vacaciones). Si pudiera, me iría de viaje sin mí, porque viajar así es morir de estrés. Sobra decir que por esta razón no soy la mejor compañía para ir de vacaciones y, encima, el pensamiento de "esto me lo he dejado de ver" eclipsa los buenos momentos de mi viaje.

Para todos aquellos que sufran de esta misma enfermedad y estén hartos, como yo, o para aquellos que sufran en primera persona las consecuencias de un compañer@ de viaje así, aquí os dejo un par de consejos para volver más zen a vuestro compañero de ruta o para dejar el "vicio" del estrés (no porque nos guste, sino porque una vez que caes en él, cuesta salir. Me parece que algo así debe pasarle a los fumadores...):

- Si sois gente organizada, os aterroriza ir de viaje sin haber previsto las cosas y lo primero que metéis en vuestra maleta es una guía, mi consejo es: de acuerdo, preved las cosas, reservad hoteles o lo que sea y leed algo sobre el sitio a donde vais. Al llegar al destino podéis pasaros por la oficina de turismo a pedir consejo sobre qué hacer, cuándo y dónde. Pero NO carguéis con la guía a todas partes, salíos del recorrido propuesto por esta misma e indagad un poco sin saber dónde estáis. Perderse mola y, aunque no veáis lo "establecido", apreciaréis mil veces más poder disfrutar de un viaje placentero y en paz.

- Si sois del mismo estilo que la gente del párrafo anterior, pero ni de coña os separáis de vuestra guía y pasáis de "perderos"... En ese caso, estáis condenados al estrés. O, podéis optar por la opción mucho más sana a nivel cardíaco "vamos a ver todo lo que nos han recomendado pero seleccionando". Esto es, si no hay tiempo para todo, en lugar de ir corriendo de aquí para allá, podéis elegir qué cosas vais a "sacrificar". Vale, no lo veréis todo, pero vuestro corazón os agradecerá el descanso y además tendréis la excusa perfecta para volver: "es que nos dejamos cosas por ver", siempre cuela.

- Si por el contrario sois gente que solía querer ver todo lo posible, pero sin llegar a pensar que malgastaríais vuestro viaje si no lo conseguíais: ¡bienvenidos a mi grupo! Ahora os habéis vuelto unos brasas y unos compañeros penosos, ¡pero no todo está perdido! El secreto para volver a disfrutar viajando (que no visitando cual guiris de primera, mapa en mano a todas horas) es... que no lo sé. Pero yo creo que los tiros deben ir por: dejar los agobios antes de subir al avión y disfrutar con lo que el viaje ofrece. ¿Que apenas veis monumentos? Pues más tiempo habréis tenido para ver paisajes. ¿Que apenas "veis" cosas? Pues más tiempo habréis tenido para "sentir" cosas (que es lo que luego uno recuerda). ¿Que no es lo que esperábais? Pues no haberos leído la guía de cabo a rabo, insensatos. ¿Que no habéis leído la guía para no ir en plan "lo quiero ver todo" y ahora os arrepentís porque no sabéis que ver? Pues a la oficina de turismo o, mejor aún, ¡a preguntar a los habitantes! Y así sucesivamente.

Puede parecer superfluo decirlo, pero lo importante de un viaje no es tanto seguir lo que pone en la guía para no perderte nada, como adentrarte en un lugar nuevo y descubrir qué tiene y cómo te va a hacer sentir. Recuerda que la guía es, al fin y al cabo, una recopilación de las vivencias de uno o varios autores y que su viaje nunca será el mismo que el tuyo, aunque vayáis a los mismos sitios, visitéis los mismos museos y comáis en los mismos restaurantes. Una guía está bien para hacerse una idea de la historia, la cultura o lo que podemos encontrar en el destino. Pero no es una guía de tu viaje. Tu viaje es lo que ves, lo que sientes y lo que vives. No malgastes tu viaje pensando que te estás dejando cosas, porque verlo todo es imposible y porque el que mucho abarca...

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