20 de agosto de 2014

Qué tiene Edimburgo que no tengan las demás

Edimburgo fue mi primera vez.
Fue mi primera pesadilla y fue mi primer amor viajero. Tal vez por eso la veo con tan buenos ojos y es, desde entonces, mi ciudad preferida en el mundo.


Fue mi primer viaje sola. Bueno, cuando digo "sola" quiero decir sin padres, ni instituto, ni conocidos. En realidad me fui con una empresa de estas que hacen cursos intensivos en el extranjero (te apuntas a un curso de inglés y estás en un país extranjero durante X semanas viviendo en casa de una familia con la que practicar el idioma). Recuerdo estar asustadísima a la vez que súper emocionada. Vamos, un cosquilleo constante en la tripa. Recuerdo que había otros chicos de Zaragoza que no me cayeron muy bien (de hecho, me cayeron bastante mal) con los que intenté no entablar mucha relación y recuerdo sentirme aliviada al conocer a la gente con quien sí me llevaría muy pero que muy bien. Echo la vista atrás y me veo diminuta en el vestíbulo del colegio esperando con nervios que me asignaran a mi familia.

Me encantó su arquitectura. Las casas eran increíbles, de piedra, enormes, preciosas. Por desgracia, la mía era más bien feucha, a las afueras y un tanto sucia. La señora con la que yo y otros 6 estudiantes vivimos era grande y gorda, y cocinaba demasiado picante. Por esta misma razón casi nunca cenaba en casa y, analizándolo ahora desde la perspectiva de los años pasados, creo que no debieron de parecerle demasiado bien tantas ausencias de mi parte. Sorry!

Mis compañeros de casa eran encantadores, sobre todo la francesa gordita y rebelde y la rusa tímida con un flequillo horrendo. Compartimos una mini habitación en la que la señora embutió 4 literas y un armario cuyo olor era insoportable, resultado de todos los pares de zapatos almacenados (4 chicas adolescentes + 3 semanas de estancia = muchos zapatos). Los chicos estaban más "a sus anchas", solo eran 3, aunque imagino que su habitación debía oler peor que la nuestra. Ahora entiendo lo que la francesa (sí, he olvidado su nombre) decía sobre París y que no era la mejor ciudad para vivir (cuando lo contó solo pensé "no sabe la suerte que tiene, ¡qué quejica!) y aún la admiro por su voto de abstinencia contra McDonalds.

Me acuerdo de quedarme anonadada con todas las historias de brujas y magia que flotaban en el ambiente, y de pasar miedo haciendo el tour de los callejones subterráneos plagados de fantasmas. Y, si bien dio algo de miedo, también me reí a carcajada limpia con Rosa. Rosa, que era mi chaleco salvavidas cuando no entendía ni sabía decir algo en inglés. ¡Qué envidia me daba que supiera hablar tan bien! Entonces me pareció increíble tener más feeling y cosas en común con alguien de México que con los que venían de mi propia ciudad y tenían mi misma edad.

En Edimburgo casi me emocioné al entrar a la cafetería donde se escribió Harry Potter y descubrí Starbucks y que sí me gusta la nata (a veces) gracias a un belga (cabe decir que también conocí a los belgas, cuya existencia ni me había planteado hasta entonces). Cumplí mi sueño de infancia de ver el Lago Ness (que estaba en la lista de "cosas que ver antes de morir" junto con la muralla china y la aurora boreal) y amplié la lista de tal manera que he perdido la cuenta. Aprendí que en Europa los días duran muchísimo más que en España durante el verano (¡amanece sobre las 3 de la mañana y el sol se pone a eso de las 23h!) pero demasiado cortos durante el invierno (noche cerrada antes de las 16h... debe ser duro).

Ví la película Trainspotting porque se grabó allí, y viví los atentados de Londres en el propio país. Saqué mil fotos y escupí en una piedra en forma de corazón. Paseé Victoria Street mil veces sin comprar nada y visité el castillo sintiéndome en Hogwarts. Me quedé encantada con los gaiteros escoceses que tocaban en faldas en la calle y me pareció curioso que se cerrasen los parques por las noches. Aluciné con los cementerios de Reino Unido y hasta me pareció ver un fantasma. Reí a carcajadas acompañada y paseé tranquilamente sola. Me dije que en algún momento de mi vida tendría que vivir allí por un tiempo.

No todo fueron cosas buenas, también lo pasé muy mal y me dí cuenta de que no llamo a casa cuando no estoy bien para no derrumbarme: si no lo cuento, parece menos real y me siento menos vulnerable. Pero aunque algunas cosas no fueran tan bien como me habría gustado, hoy me alegro de que ocurrieran, porque forman parte de la primera y maravillosa experiencia de vivir en otro país. Gracias a Edimburgo sufrí mi primera pérdida de recuerdos cuando un problema informático hizo que todas mis fotos se borrasen del disco duro. Y aunque de allí sólo me llevé materialmente un osito de peluche, una boina escocesa y una sudadera que utilicé cada invierno hasta que me fue pequeña, me han quedado unos recuerdos magníficos y muchas, muchas ganas de cumplir con mi propósito de volver y pasar más tiempo.


¿Qué tiene Edimburgo que no tengan las demás?

Cuentos, leyendas, magia, y quema de brujas. Edificios preciosos y paisajes únicos. Rincones encantadores, grandes y frecuentadas avenidas, parques con vistas espectaculares, cementerios de cine, un verano muy luminoso. Escoceses simpáticos y un acento gracioso, un perro que es un héroe y un fantasma subterráneo. Un castillo y un dragón, casas de colorines, el nacimiento de Harry Potter, una "vergüenza" preciosa, dungeons que ponen los pelos de punta. Una colina y monumentos "a la romana", enormes cantidades de verde y una luz al atardecer preciosa.


¿Qué tiene Edimburgo que no tengan las demás?
Que fue la primera.

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