18 de diciembre de 2015

Au revoir

Me fui sin despedirme de ti, sin darnos la oportunidad de decirnos "adiós", tal vez para siempre. Fue una especie de venganza, por todo lo que me habías hecho; sin pensar todo lo que habías hecho por mí. Desde el momento en que mi pie tocó el andén en la estación de mi nuevo destino, me arrepentí de haberte dejado. Te abandoné estando enfadada y, cuando quise darme cuenta de la inminente despedida, ya era demasiado tarde para recorrer tu anatomía una última vez.

Hoy hace un año que nos separamos. Desde entonces, los furtivos reencuentros me han sabido a poco: caricias insípidas, un pobre reflejo de las largas horas que pasamos a solas, frente a frente; yo descubriendo cada rincón de tu figura, tú revelándome algunos secretos. Ambas sabemos que ya nada es lo mismo. Desde mi partida yo he lamentado tu pérdida, pero tú has sufrido muchas más. Lloré al conocer tu desgracia y quise estar allí para consolarte; pero tus cimientos han aguantado los embistes de la historia y, una vez más, te alzaste hermosa en tu duelo.

Fui yo quien te dejó y, sin embargo, eres tú quien ya me ha olvidado. No te culpo, forma parte de tu naturaleza: conquistas los corazones de quienes te rondan, asegurándote de que jamás te olviden, por muy grande que sea la distancia.

Nuestra historia es la de un amor imposible, el "ni contigo, ni sin ti". Condenada a quererte tanto como te odié. Hoy, desde la distancia, no te guardo rencor y te pienso a menudo. Y tanto, tanto te extraño, que he pasado los últimos meses a recordarte, obligándome a visualizar todas las partes de ti que me dejaste conocer; obligándome a no olvidarte ni un ápice.

Hoy, con el recuerdo difuso de tus calles en mi memoria, con la pena de haberme alejado, a sabiendas de haber hecho lo correcto... Hoy, por fin te digo "adiós". O, si me apuras, "hasta pronto".